Encerrada junto a Zelaya, una joven hondureña publicó sus fotos en todo el mundo

Viernes, 29 de Enero de 2010
Tegucigalpa, 29 ene (EFE).- Hilda Cruz vivió 129 días encerrada en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, de la que salió, sin focos ni cámaras, minutos después del ex presidente hondureño Manuel Zelaya, y aún no se explica cómo pudo pasar de lavar ropa a divulgar fotos en algunos de los medios más importantes del mundo.

"Lo de salir a la calle después de cuatro meses de encierro marea", declaró a Efe riéndose Hilda Cruz, de 21 años, el jueves, un día después de salir de la embajada junto a otras cinco personas, una vez que Zelaya, su esposa, Xiomara Castro, y la hija de ambos, Hortensia, abandonaran Honduras con el asesor Rasel Tomé con destino a la República Dominicana.

Hilda, de origen humilde, había dejado hace siete meses su natal Sonaguera, en el departamento caribeño de Colón, con ganas de ver de cerca lo que ocurría en Tegucigalpa e indignada por el golpe de Estado contra Zelaya del 28 de junio.

"Yo me vine por vivir esta historia, vine a protestar sin conocer a nadie, y aquí conocí a personas, hice amigos y entré en el grupo de seguridad de la Resistencia" al golpe, dijo, al explicar que ese grupo vigila para que "no se forme relajo, y la gente no tire piedras ni palos" en las manifestaciones.

Hoy tiene una camisa firmada por 60 de las personas que estuvieron dentro de la embajada, incluidos Zelaya, el embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, y el subsecretario de Estado para la región de ese país, Craig Kelly, y puede decir que el propio ex mandatario le cantó el día de su cumpleaños.

"El 12 de diciembre Mel (Zelaya) me tocó la guitarra y me cantó las mañanitas", recordó.

Explicó que el día que ingresó en la embajada brasileña de forma clandestina el ex presidente, el 21 de septiembre, ella estaba con el sacerdote Andrés Tamayo, cercano a Zelaya, y se acercó junto al resto de seguidores a darle la bienvenida.

"Nosotros estábamos vigilando para que no entrara nadie en la embajada por el muro, entonces nos avisaron que iba a haber un desalojo e ingresamos por el muro", declaró Hilda Cruz a Efe.

Añadió que recuerda que había niños de meses y personas mayores que no escaparon de los gases lacrimógenos lanzados de forma indiscriminada por la policía antes de dejarlas encerradas en la finca de la embajada.

"El primer día habría más de 300 personas, dormíamos en el suelo, poníamos papel de periódico en el suelo y cartón también para abrigarnos por la noche porque no dejaban pasar las colchas", rememoró Cruz.

Las colas ante los tres baños, dos de ellos con ducha, obligaba a la gente a esperar o a recurrir al aseo nocturno, "cuando había menos personas", dijo, al confesar que empezó lavando su ropa y terminó haciendo la colada a otros ocupantes de la legación diplomática de Brasil.

"Me pagaban de muchas formas, a veces lo que querían, o con una recarga para el celular", manifestó.

Lavando las mudas de los periodistas que quedaron dentro de la sede diplomática terminó entablando amistad y varias semanas después, cuando estos salieron, les pasaba fotos del interior que transmitía por Internet y que se han publicado, a través de agencias, en algunos de los medios más importantes del mundo.

"Me dejaron una cámara, y yo mandaba fotos por Internet, nadie me enseñó a usarla lo hice yo sola (...), me pagaron bien, no sé cuánto, pero era una oportunidad que no podía dejar pasar", afirmó ahora entre risas.

Declaró que de Zelaya durante el encierro era "una persona muy pacífica".

"Llegué a pensar en salir, pensaba la hora y el día de salir, pero luego se me quitaba con la computadora, con Internet", explicó, al asegurar que la principal razón para quedarse dentro fue la de estar junto a Xiomara Castro, que es "muy buena gente".

Ahora Hilda Cruz, que expresa su interés por los ordenadores, volverá a su casa en Colón a ver a su padre.

"Está bien difícil de explicar todo lo que pasó, hace seis meses que no los veo", afirmó Hilda, que quiere volver a Tegucigalpa y seguir estudiando porque no ha acabado el bachillerato, aunque confiesa que teme por su seguridad porque todos los que estuvieron en la legación están "bien fichados por los militares".

Cuando salió el miércoles, Hilda no tenía a dónde ir, llamó a un amigo y se fue a cenar, aunque no pudo comer, como hubiera querido, tajadas de plátano.

Gracias a otro amigo pasó la noche en un hotel y en una gran cama, pero no pudo descansar.

"No me hallaba con la almohada", dijo.



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