Honduras: "Desde ahora la consigna es ¡Organización! ¡Movilización! ¡Formación!"

Miércoles, 03 de Febrero de 2010
Por: Samuel Santibáñez (MILITANTE) | La salida de Zelaya opacó la toma de posesión de Lobo. El carácter de clase de la Asamblea Constituyente.

Este 27 de enero, miles de almas acudieron a despedir a Manuel Zelaya al aeropuerto de Toncontín, entre tanto la toma de posesión de Porfirio Lobo aparecía desolada, incluso sin prácticamente presencia internacional, pues apenas asistieron presidentes de tres países: República Dominicana, Panamá y Taiwán, ni siquiera Álvaro Uribe de Colombia asistió. Este aislamiento diplomático es un síntoma de debilidad extrema. El presidente de República Dominicana acompañó a Zelaya en su salida de la embajada brasileña en donde estuvo recluido desde el 21 de septiembre.

Antes de salir de Honduras en un acto simbólico de transmisión de poderes, Zelaya —a través de una representante— entregó su banda presidencial al pueblo hondureño en lucha. El primer decreto presidencial de Lobo fue la firma de amnistía para los golpistas, Romeo Vázquez, el general golpista estuvo presente en el acto de asunción del gobierno; paralelamente, se intentó desalojar violentamente a campesinos de las cooperativas agrarias de La Trinidad, Las Guanchias y Suyapa del Aguán.

Antecedentes

El 29 de noviembre de 2009, el imperialismo estadounidense y la oligarquía hondureña lograron celebrar un fraudulento proceso electoral a favor del Partido Nacional, como un intento de salida ante el estallido revolucionario que desató el golpe de Estado del 28 de junio 2009, contra Manuel Zelaya Rosales quien tras haber sido exiliado, reingresó a Honduras resguardándose en la embajada brasileña en Tegucigalpa.

El golpe se inscribió en la aproximación de Zelaya al radio de influencia de la revolución en Sudamérica y en concreto de la revolución bolivariana en Venezuela, con la inserción de Honduras a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), y el establecimiento previo de una serie de concesiones favorables al pueblo hondureño en salarios, educación, tenencia de la tierra, rompimiento del monopolio energético y farmacéutico, etc. Esto provocó la ira de la oligarquía expresándose en una serie de maniobras para frenar a Zelaya y sin embargo, estúpidamente decidieron dar el golpe porque calcularon que apagarían rápidamente cualquier respuesta y que las relaciones de explotación seguirían su curso habitual. El golpe de Estado fue un “accidente” que la “necesidad” de la opresión acumulada de las masas usó para expresarse. Si la oligarquía hubiese esperado unos meses dándole cause a las acciones de Zelaya dentro de las instituciones burguesas, el estallido de la revolución se habría pospuesto esperando algún otro accidente que hiciera uso de la necesidad. Pero no fue así.

El golpe detonó una fuerza social colosal desde lo más profundo del pueblo explotado —asombrando a propios y extraños, en primer lugar a la oligarquía y al imperialismo—, estableciendo una jornada de manifestaciones en las calles que se prolongó por más de cinco meses a pesar de la brutal represión.

Al vapor de los acontecimientos se fue conformando una expresión del movimiento que aunque la mayor parte se mantuvo a la ofensiva, dio en llamarse La Resistencia, conformada por una heterogénea diversidad pluriclasista en la dirección pero con una base netamente proletaria y campesina pobre. La Resistencia rescata mucho de la experiencia del movimiento popular hondureño y se ha combinado coyunturalmente con el ala zelayista del Partido Liberal, que era uno de los partidos burgueses tradicionales que dieron estabilidad a la oligarquía por muchos años. La ruptura de una fracción del Partido Liberal con el régimen oligárquico es una muestra de las divisiones en el seno de la clase dominante. Entre tanto la clase dominante se divide, la clase obrera y el campesinado pobre caminan en un proceso de unidad ideológica y organizativa. Como explica Juan Barahona: ahora en Honduras hay “una Resistencia Popular mejor organizada y más consciente”.

La Resistencia ha servido como plataforma de lucha consiguiendo acuerpar la energía de las masas y dándole una orientación. Los acontecimientos se desarrollaron intempestivamente y no permitieron que el pueblo trabajador contara con un partido de clase construido antes del estallido del 28 de junio; esta ausencia impidió que la fuerza de las masas derribara al Estado burgués, que la revolución hondureña se extendiera a más países de Centroamérica y tuviese un impacto mayor en Venezuela, Ecuador y Bolivia; las masas tenían la fuerza para lograrlo, pero el papel de la dirección fue, es y será clave. Sin embargo, el saldo es muy favorable ya que la respuesta del pueblo hondureño ha significado un nuevo despertar de la consciencia de millones, trastocando la realidad política y generando —por ahora— un nuevo escenario en la lucha de clases en el que las masas son el actor principal; en este sentido, lo que realmente ha sucedido es que las contradicciones acumuladas por décadas, y aún más, siglos de explotación, han encontrado un cauce de expresión política que apenas ha iniciado. Mucha historia de la lucha de clases está por desarrollarse en Honduras y Centroamérica.

El principal reto para la dirección proletaria hondureña es y será la construcción de un partido de clase. “Desde ahora la consigna es ¡Organización! ¡Movilización! ¡Formación!”, como lo explicó Juan Barahona en su discurso ante la concentración de despedida de Zelaya en el aeropuerto.

Así, a pesar del enorme caudal social desatado en las calles, la oligarquía logró imponerse —hasta ahora— a través de la represión y el apoyo del imperialismo. La elección del 29 de noviembre se desarrolló bajo Estado de sitio, con un alto porcentaje de abstención y aunque el 27 de enero Porfirio Lobo tomó posesión, esto no significa una victoria para el imperialismo y la oligarquía. El régimen de Lobo será cobijado de cordero pero intentará atacar una y otra vez. La oligarquía no colocó a Lobo para que haga concesiones, todo lo contrario; será un régimen débil desde el primer día y no conseguirá ninguna estabilidad de ningún tipo, ni económica, política, militar, o diplomática. La lucha de clases será el fermento contradictorio, con avances y retrocesos pero con presencia cotidiana.

Los ataques seguirán con Lobo

Desde antes de la imposición del nuevo gobierno, la oligarquía implementó ataques con cargo al gobierno de facto de Micheletti a fin de intentar lavarle la cara a Porfirio Lobo. Aunque ahora se trata de un gobierno supuestamente emergido de las urnas, en realidad es el mismo régimen dominado por la oligarquía, podrá haber ésta o aquella diferencia entre Michelletti y Lobo, pero en cuanto a intereses de clase, apunta a que defenderán las mismas posiciones. Está por verse qué tanto Lobo desafiará o no a la oligarquía y en qué magnitud. Después del fraude electoral del 29 de noviembre y hasta la fecha, la dictadura desplazó —por ahora— a la represión en las calles por la represión en el puesto de trabajo o en el objeto de trabajo en el caso de la tierra. Los trabajadores que apoyan el movimiento de masas, están siendo hostigados, amedrentados y en algunos casos despedidos de su empleo. Sectores de la dirección de La Resistencia siguen siendo perseguidos y algunos de ellos han tenido que exiliarse. La oligarquía está intentado recuperar sus pérdidas económicas durante los meses de movilizaciones implementando una serie de ataques previos al arribo de Porfirio Lobo, que el Frente Nacional de Resistencia Popular describe muy bien en el punto 3 de su comunicado del 7 de enero:

“3. Repudiamos las medidas económicas impulsadas por la oligarquía en contra del pueblo y denunciamos su intención descarada de destruir las conquistas sociales que han costado tanto a los sectores populares organizados. Se han aumentado las tarifas del agua, los precios de la canasta básica, se han vaciado las reservas internacionales y los ahorros de empresas estatales como la ENEE u Hondutel, se modificó la fórmula para calcular el precio de los combustibles en función de beneficiar a las grandes compañías transnacionales y constantemente se realizan contratos para favorecer a los empresarios implicados en el golpe de estado. De la misma manera, se tiene planificado otras medidas como la reducción real del salario mínimo, la derogación del estatuto del docente, la cancelación de la matrícula escolar gratuita, la devaluación del lempira, la privatización de las empresas nacionales y los fondos de pensión de los empleados públicos, entre otros.”

Es decir, tanto los trabajadores como la oligarquía intentan rescatar o mantener lo que consideran suyo. Así, se ha llegado a un punto en el que la oligarquía considera que no puede dar más concesiones y paralelamente, los trabajadores no permitirán que se les arrebate lo que les queda. Esto es una receta para más confrontaciones entre las clases. Los trabajadores seguirán intentado usar los medios legales y pacíficos, tratarán de seguir usando instrumentos honorables, cartas de petición, abogados, marchas; pero todo ello será respondido por la oligarquía con negativas, burlas, amenazas y represión incluida la muerte.

"Hay un ambiente de persecución, de control. Después de la asonada (del 28 de junio) se reportan más de 400 muertos, eso indica el escenario político que vive la nación", declaró a Prensa Latina el embajador de Zelaya en Venezuela, Germán Espinal. Los asesinatos selectivos persisten como es el caso reciente de Walter Tróchez o el caso de los tres campesinos asesinados durante el brutalmente violento desalojo de más de 600 campesinos del Valle de de Aguán, en el norteño departamento de Colón, días antes de la asunción de Porfirio Lobo. Zelaya les había entregado tierras llegando a acuerdos con los campesinos, acuerdos que quedaron oficialmente registrados en el Instituto Nacional Agrario (INA) y ahora Miguel Facussé Barjum, uno de los miembros de las principales familias oligárquicas se los arrebata a sangre y fuego. Los campesinos son miembros del Movimiento Unificado Campesino del Aguán (MUCA), organización afiliada a la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC). El mejor camino para los campesinos está en fortalecer sus organizaciones y unificarse con los obreros de las ciudades en la construcción de un partido de clase. No hay salida real para el campesinado pobre fuera de la unidad con el movimiento obrero. Cualquier medida que tome el campesinado diferente a la unidad con el movimiento obrero de las zonas urbanas e industriales, conseguirá muy poco a un costo muy elevado o definitivamente sólo conseguirá derrotas.[1]

En este inicio de año 2010, La Resistencia convocó a una manifestación que agrupó alrededor de 10 mil personas, esto es un buen indicador de la moral de las masas. El objetivo de la marcha fue rechazar la propuesta de una amnistía a los autores del golpe de Estado, exigir un aumento del salario mínimo al nivel del costo de la canasta básica y contra la desincorporación de Honduras del ALBA. Inmediatamente el congreso golpista respondió con la votación de los diputados —123 votos a favor y 5 en contra— que colocó al pueblo hondureño fuera del ALBA, por cierto, también designó a Micheletti como “diputado vitalicio”.

Se especula sobre la posibilidad de que se castigue a un sector de los golpistas como intento de darle un poco de legitimidad al gobierno Lobo. Hay una entrevista que la revista virtual Habla Honduras[2], hace a un abogado italiano [Paolo Ceschini], en la que afirma que hay sectores de la oficialidad que están dispuestos a atestiguar contra sus superiores por crímenes de lesa humanidad. Es claro que el proceso de la lucha de clases impacta también a sectores del ejército y la policía y no sería descartable que saliera a la luz alguna situación que intentara hacer creer que se está “castigando a los culpables”, aunque en realidad, entre tanto la oligarquía no sea llevada a una situación límite por la fuerza de las masas —y derivado de eso, por sus propias contradicciones internas—, no actuará en contra de los principales jefes del golpismo, es decir, Micheletti y Romeo Vázquez, a ellos los sacrificará sólo si no le queda alternativa y como una medida extrema y una vez dicho eso, tampoco es descartable que suceda, ya que Micheletti no es Pinochet, es apenas una sombra fugaz de un bonapartismo senil y decadente, su impunidad no se prolongará como sucedió con Pinochet, que representaba a un bonapartismo pujante que pudo desarrollar relativamente las fuerzas productivas en Chile; todo estará en función de la correlación de fuerzas entre las clases y el desarrollo de los acontecimientos. Pero, así como la revolución no es obra de una mente brillante, la actuación de la oligarquía no se expresa por medio de las maquinaciones de una mente perversa y maquiavélica, pensar que el imperialismo está como titiritero moviendo los hilos a su antojo es una forma limitada de analizar las complejas relaciones que se expresan en la lucha de clases.

Por la construcción de un partido de clase

Lo que está de frente para la dirección proletaria del movimiento es la lucha por la construcción de un partido de clase. Un partido obrero que integre a los campesinos pobres. Para los marxistas, un partido es ante todo, principios, programa, perspectivas y estrategia, y sólo en segundo término, un aparato. Un partido no se piensa sólo en términos electorales dentro del marco de la democracia burguesa. Un partido de clase es ante todo un instrumento de lucha, no sólo electoral —aunque también electoral, dentro de los espacios políticos que la lucha ha arrebatado a la burguesía—, sino un instrumento que se funda con el movimiento mismo, en las fábricas, las colonias, las escuelas, impulsando, organizando la lucha y promoviendo la Democracia obrera asegurando que el partido tenga una representación local, municipal, regional, provincial y nacional, con puestos elegidos en asamblea democrática y con carácter revocable en cada momento por la misma asamblea.

Hay una especie de clamor popular que se está manifestando en ese sentido; las masas quieren su propio partido, su instinto les indica que ese es el camino a seguir, sólo basta escuchar sus llamadas telefónicas a Radio Globo o Radio Progreso para comprenderlo. El momento es muy importante, la moral y energía de las masas es determinante, no es lo mismo formar el partido en momentos de flujo que de reflujo de la revolución. Hay que aprovechar el momento de flujo que aún persiste. Pero —y en esto tiene mucha razón Carlos H. Reyes—, no debe hacerse sin un debate de principios, perspectivas estrategia y táctica y mucho menos debe hacerse hipotecando los intereses de clase. Es correcto no precipitar la formación del partido, pero sería incorrecto posponer su conformación indefinidamente o sólo visualizarlo como un instrumento electoral de cara a 2013; hay que trazar un plan de trabajo y orientar a los núcleos de base para luchar por la construcción del partido estableciendo campañas de organización y formación combinadas con la movilización. No será sencillo. Lo más probable es que el ala zelayista del Partido Liberal, o un sector de él, y otras fuerzas de las clases medias que integran La Resistencia, intenten “detener”, “contener”, “moderar” y básicamente cooptar para sus intereses la fuerza del movimiento, bajo algún tipo de argumento de unidad o reconciliación nacional, que necesariamente implicará acuerdos con la oligarquía, acuerdos que serán traicionados en detrimento del campesinado pobre y los obreros, causando más represión y despojo. Así ha sido siempre en la historia de las revoluciones que concilian con las clases dominantes.

Es un deber de los proletarios acompañar y fertilizar este proceso, no aislarse de él, sino ayudarle a las masas a entender que cualquier conciliación con la oligarquía será una trampa que conducirá al fracaso. Sería un error del sector proletario aislarse del movimiento —por ejemplo abandonando La Resistencia o lanzando críticas histéricas a su dirección—; pero también sería un error no luchar contra la conciliación de las clases. No hay que correr delante del nivel de comprensión de las masas, hay que ayudarles a sacar conclusiones. El factor Zelaya tiene un peso muy fuerte hasta ahora.

Zelaya está sufriendo una evolución política importante, de ser miembro de la oligarquía y por tanto copartícipe de la explotación —su padre estuvo involucrado en asesinato de campesinos—, ha pasado a ser un detonante y un eje de este periodo de la revolución hondureña. Hemos reconocido su lealtad al pueblo hondureño, para él, una salida individual y familiar a cambio de traicionar o abandonar la lucha, sería relativamente fácil, sin embargo, se mantuvo firme y no claudicó, a pesar de las enormes presiones a las que fue sometido en su reclusión en la embajada; los golpistas intentaron someterle una y otra vez sin conseguirlo, las masas estaban felices de que su presidente saliera de su reclusión en la embajada y sobre todo, felices de que “regresará para continuar la lucha”. La única declaración que hizo Zelaya antes de partir hacia República Dominicana fue: “volveré”. Esto se levanta como una esperanza para millones y también como una amenaza para la oligarquía. “Aquí lo estaremos esperando mejor organizados”, declaró una mujer en la manifestación en el aeropuerto. Es posible que Zelaya siga jugando un papel político. Veremos.

Durante los primeros días de enero Zelaya hizo unas declaraciones que permiten inferir un proceso contradictorio de aproximaciones sucesivas a la ecuación de la lucha de clases; por un lado afirma que:

"El Estado burgués ha concluido y ha colapsado", declaró Zelaya a Radio Globo, "se agotó el modelo burgués", dijo. Y se manifiesta a favor de un "liberalismo pro socialista que le dé paso a una autoridad democrática y popular". Pero, acto seguido, declaró: “Yo estoy de acuerdo con que haya reconciliación, pero la reconciliación es buscar que en Honduras haya justicia, que en Honduras se aplique la ley".

Y preguntamos: ¿Cuál ley? ¿La del Estado burgués o la ley de qué Estado? ¿Reconciliación con quién? ¿Qué significa “reconciliación”? ¿Coexistir con la oligarquía en términos “honorables”? Lo mismo podemos decir de la “justicia”, que definitivamente no es lo mismo para Facussé que para los campesinos asesinados en el Valle de Aguán o la “independencia” del país que está totalmente postrado por el capitalismo.

Pero Zelaya es muy claro cuando dice: “La Resistencia deberá organizar su plataforma de coordinación política y programas con acciones definidas en cada barrio, cada municipio en todos los departamentos que conforman el territorio nacional, exigir un nuevo pacto social, una nueva constitución en donde el soberano determine las reglas que permitan la solución a los problemas y las transformaciones de Honduras.” Llama a la “refundación ética del Estado. Hacia un estado protagónico de cambios y de transformaciones que conduzcan a la distribución de la riqueza para la creación de oportunidades”.

El carácter de clase de la Asamblea Constituyente

Si comparamos las declaraciones de Zelaya con la situación actual de las relaciones de producción, es un elemento progresista, y aplaudimos que Zelaya cuestione al Estado burgués, pero a la vez apuntamos que cualquier medida que siga enmarcada dentro del capitalismo y esperanzada en la conciliación de clases antagónicas, será una receta para algún grado de derrota del movimiento obrero y campesino. Por activo o por pasivo se estaría abriendo la puerta a la permanencia del sistema capitalista. No puede haber acuerdo favorable a las masas sobre la base moral de las relaciones sociales. Honduras se “refundaría éticamente” sólo a condición de tres aspectos centrales: uno, que las principales palancas de la economía sean propiedad de un Estado obrero y bajo control democrático de los trabajadores del campo y la ciudad, para lo cual es imprescindible expropiar sin indemnización a la oligarquía, sólo así podríamos hablar de “distribución de la riqueza para la creación de oportunidades”; dos, además de lo anterior, podemos hablar de ”agotamiento del Estado burgués”, sólo a condición de que se diluyera al ejército burgués y se armara al pueblo para hacer una defensa internacionalista de la revolución y, tres, Honduras podría reconciliarse con el progreso y desarrollo humano, sí y sólo sí se extendiera la revolución al conjunto de la región centroamericana. No hay salida real y de largo plazo para ningún país —ni de Centroamérica ni del mundo entero— dentro de sus estrechas fronteras nacionales.

En estos tres puntos deberían basarse los principios, programa, estrategia y plan de lucha de la Asamblea Nacional Constituyente Popular; de cualquier otro modo, la Asamblea Constituyente estaría abriendo la puerta a algún tipo y grado de conciliación con clases ajenas al proletariado. En la medida que se defina con claridad el programa de lucha y el trazo de una nueva sociedad[3], La Resistencia se atraería a la mayoría de las clases medias que oscilan entre la burguesía y el proletariado, principalmente al campesinado pobre.

[Si las clases medias no ven dicha claridad, sectores de ellas podrían pasarse al lado de la oligarquía aunque en este periodo hayan simpatizado o incluso participado en las movilizaciones. Las clases medias oscilan de acuerdo al principio sagrado de sus particulares intereses, por tanto lo fundamental, esencial, imprescindible y prioritario son los intereses del movimiento obrero y el campesinado pobre. Una vez dicho esto, hay que recordar que las clases medias en Centroamérica son una exigua minoría de la población que por otro lado, no se diferencian sustancialmente de los obreros y los campesinos, o la mayoría de las veces emergen de esos sectores y a través de su esfuerzo individual logran conseguir un poco de mejor calidad y nivel de vida, sin embargo, la diferencia con respecto a los obreros y campesinos, está más en dentro de su cabeza —que en mayor o menor medida es moldeada por la propaganda burguesa—, que por diferencias reales en vivienda, salud, educación, vestido, etc. La dirección proletaria de La Resistencia no debe dejarse chantajear por los intereses de las clases medias y al contrario, debe ofrecer una audaz alternativa vinculando sus intereses con los de los obreros y campesinos.]

Cuando de política se trata y más aún, cuando se trata de las masas haciendo política en las calles, el lenguaje no es una cuestión secundaria. Consideramos que es necesario ajustar el nombre de la Asamblea Constituyente. Una Constituyente se establece para legislar acerca de las reglas, leyes, acuerdos que deben permitir el funcionamiento de una sociedad. Las leyes expresan las relaciones de propiedad, producción y como derivado de ello, las relaciones de distribución de la riqueza. No tendría futuro un modelo de distribución disociado del modelo de producción y éste del modelo de propiedad de los medios de producción, es decir, las fábricas y la tierra. Por tanto, si se legisla pero no se cambia el modo de producción, suponiendo que las leyes emanadas de la Constituyente lograsen ponerse en práctica, las leyes servirían temporalmente y con poco impacto, diluyéndose en algún momento del proceso, —por cierto eso es lo que puede pasar en Venezuela si la revolución no se lleva hasta la nacionalización bajo control obrero de la economía—. Por tanto, en realidad, más que una “Asamblea Nacional Constituyente Popular”, lo que los trabajadores de Honduras necesitan es luchar por una “Asamblea Constituyente Revolucionaria”, —que nada tiene que ver con una Constituyente dentro del marco burgués y mucho menos en un país con más desarrollo industrial como Brasil o México—. La denominación propuesta permite considerar que la lucha debe ser “internacional” sin limitarle “nacionalmente”, nacional en la forma pero internacional en el contenido; lo mismo en términos de la composición de clase, es decir, una asamblea de “revolucionarios” no sólo de elementos “populares”, en dónde pueden caber obreros y campesinos pobres pero también sectores pro oligárquicos descontentos que estén con La Resistencia sólo coyunturalmente, esperando mejores condiciones para venderse, como hizo ya un sector de la dirección de UD.

En la mente de millones está la claridad de que en Honduras después del golpe ya nada es igual y saben que lo que sigue es conformarse como partido para luchar por la Constituyente. La Constituyente es un clamor de las masas, es una consigna que encierra un alto instinto de clase; las masas saben perfectamente qué es lo que no quieren, y cuando se preguntan ¿qué es lo que queremos? Su respuesta automática es: la Constituyente. Aunque no tengan mucho más claridad concreta, la Constituyente es la abstracción de lo que las masas desean como ideal social. Merece mucho la pena, dar un largo espacio a una cita Juan Barahona en su discurso de despedida a Zelaya en las inmediaciones del aeropuerto:

“Por ellos y ellas [los 400 muertos desde el golpe] juramos que no habrá descanso, que no negociaremos los principios jamás, que no perdonaremos la traición y que vamos a transformar este país para que sea libre, democrático, justo y verdaderamente independiente.

“Luchamos por la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente Popular que sea revolucionaria y vaya más allá de reformas tibias, que dejarían intacto el sistema de privilegios mediante el cual los poderosos viven con infinitos lujos a costa de la explotación del trabajo de los pobres y el robo de los bienes públicos y la extracción inmisericorde los recursos naturales.

“Nos planteamos una sociedad nueva, un ser humano nuevo, que no exalte el egoísmo como valor supremo, sino que pretenda el desarrollo integral de la colectividad. Aspiramos a forjar personas solidarias, que sientan como propias las miserias de los demás y que luchen por eliminar las desigualdades sociales que provocan el capitalismo, el patriarcado y el racismo.

“Ahora bien, el camino frente a nosotros se presenta lleno de desafíos, el Frente Nacional de Resistencia Popular es ya una fuerza nacional con impresionantes capacidades de movilización y una arrolladora simpatía, pero hacer falta dar pasos importantes hacia su consolidación.

“Desde ahora la consigna es ¡Organización! ¡Movilización! ¡Formación! Estos tres ejes de trabajo deben ser asumidos por los núcleos de Resistencia en cada barrio, en cada comunidad rural, en cada centro de trabajo, y en cada uno de ellos debe primar la democracia interna. El FNRP debe canalizar las necesidades de grupos de campesinos, obreros, indígenas, negros, grupos LGTB, artistas, pobladores urbano- marginales, micro pequeños y medianos empresarios, movimientos ambientalistas, mujeres, organizaciones estudiantiles, fuerzas políticas progresistas y democráticas, maestros, profesionales, grupos de derechos humanos, jóvenes, iglesias populares, y otras organizaciones. Es decir, de todos los sectores explotados, oprimidos y marginados de nuestra nación, sin excepción alguna.

“Peleamos por una patria libre de injerencias externas, sin bases militares que sirvan para dañar a nuestros hermanos centroamericanos, sin transnacionales que roben nuestras riquezas impunemente, sin clases políticas que reciban órdenes desde el imperio. Luchamos por la integración de los pueblos latinoamericanos y la unión de Centroamérica.”

Este discurso de Juan Barahona, podría complementarse con una entrevista que John Reed le hizo a Francisco Villa[4], el revolucionario mexicano, en 1913, cuando era gobernador revolucionario de Chihuahua. Lo que Villa plantea es una aproximación a lo que los marxistas consideramos el pueblo en armas:

“Cuando se cree la nueva república no habrá ningún ejército en México. Los ejércitos son el mayor apoyo de la tiranía. No puede haber un dictador sin ejército.

“Pondremos al ejército a trabajar. En todas partes de la república crearemos colonias militares […] El Estado les hará concesiones de tierras cultivables y establecerá grandes empresas industriales para darles trabajo. Tres días de la semana trabajarán duro, porque el trabajo honrado es más importante que pelear y sólo el trabajo honrado hace buenos ciudadanos. Y los otros tres días recibirán instrucción militar e irán a enseñar a todo el pueblo a combatir.

“Así, cuando la patria sea invadida, sólo tendremos que llamar por teléfono desde el palacio de la ciudad de México, y en medio día, todo el pueblo mexicano se levantará de sus campos y fábricas, armado, equipado y organizado para defender a sus hijos y sus hogares”.

Por la unidad centroamericana de las luchas

Como hemos insistido anteriormente, existen —y se están pudriendo— las condiciones objetivas para el desarrollo de la revolución en el conjunto de Centroamérica. Si Centroamérica no se hace socialista su espejo está en Haití y en lo más atrasado de África. Es deber de los revolucionarios aprovechar el fermento regional para erigir una alternativa centroamericana unificada bajo un programa de transformación socialista de la sociedad. Las masas han llevado al gobierno al FMLN, retornaron al FSLN y en Guatemala colocaron en el gobierno a una expresión que aparece como progresista con pinceladas de reformas y por lo mismo está siendo atacado. Lo que sucede en Honduras está marcando la pauta para el conjunto de la región. La oligarquía regional está actuando conjuntamente coordinándose bajo intereses de clase.

Particularmente en Nicaragua asistimos a situaciones similares que dieron origen al golpe hondureño, la oligarquía y el imperialismo están atacando al régimen de Daniel Ortega quien se ha visto forzado a basarse en el movimiento de masas; en El Salvador hay un fermento evidente y tras décadas de guerra y represión, las masas están a la espera de que el gobierno FMLN —que consideran suyo— haga algo por ellas, sin embargo el presidente Mauricio Funes está dando muestras de conciliación con la oligarquía, eso genera fermento político al interior del FMLN que sin duda llegará a un punto crítico expresándose en presiones desde abajo hacia la dirigencia, “¿llevamos al FMLN al gobierno para que Funes concilie con nuestros enemigos?”, se preguntan las masas salvadoreñas.

La Resistencia hondureña podría catalizar el proceso en Nicaragua y El Salvador, y al revés también, la unidad en la acción del FMLN-FSLN podría dar un fuerte impulso al proceso hondureño. En el pasado, lo mejor de la juventud hondureña nutrió las filas de las guerrillas centroamericanas muriendo estoicamente en el más silencioso anonimato. Históricamente, hoy podríamos hablar de un proceso inverso. Ahora, la lucha de masas en Honduras se erige como un poderoso ejemplo para el conjunto de los trabajadores de Centroamérica y no a través de un puñado de valientes armados en las montañas y aislados, sino con un maravilloso movimiento de masas, al que hace falta darle consistencia ideológica y organizativa. En los planes de la conformación del partido de masas en Honduras, debe caber la agitación hacia la unidad en la acción de las masas centroamericanas para establecer una lucha unificada contra la oligarquía regional. Lo que Centroamérica necesita no es un sistema basado en la explotación capitalista, sino una Federación Socialista Centroamericana que se vincule a una Federación Socialista en América Latina, que es la auténtica forma de lograr la independencia como país.

Los retos de la dirección proletaria de La Resistencia son titánicos, pero han dado muestras de estar obteniendo conclusiones correctas. El punto es basarse siempre en las masas, nunca aislarse de ellas y a la vez avanzar en el proceso de formación de cuadros entre los obreros y la juventud; los núcleos de base de La Resistencia en los barrios, colonias comunidades y centros de trabajo son una conquista maravillosa que deberían ser usados para las tareas de formación política. El avance que se ha dado con la publicación del boletín de La Resistencia —La Honda—, es muy importante, aunque sería excelente si el sector proletario de la dirección editara y publicara un periódico en toda la regla, sería un gran paso. La formación política en los núcleos de base y la publicación regular del periódico permitiría avanzar en la construcción de un partido de clase, usando el móvil de la ilegitimidad del régimen, luchando por derribarlo y por supuesto, la lucha por la Constituyente Revolucionaria.

“Desde ahora la consigna es ¡Organización! ¡Movilización! ¡Formación!”

¡Adelante compañeros, en la construcción de un partido de clase para el pueblo hondureño!

¡Por una Asamblea Constituyente Revolucionaria!

¡Por la extensión de la revolución a Nicaragua y El Salvador!




http://www.argenpress.info/2010/02/honduras-desde-ahora-la-consigna-es.html

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